Como queda fielmente reflejado en las fotografías, el oficio de calero era duro y requería un tesón fuera de lo normal. Dentro de la dureza del oficio y de sacar la piedra y acarrearla a la calera, se podría decir que la vigilancia del horno era lo más apacible a pesar de las horas de vigilia que esto suponía. Después, el sacar la cal del horno con el polvo, el sudor y el trabajo físico, hacían de esta parte la más delicada y sufrida del calero. El polvo de la cal, aún si cocer, entraba en contacto con el sudor, las fosas nasales y demás partes del cuerpo del calero que sufría las consecuencias; sobretodo los pies que debían estar bien protegidos.Pero en esta ocasione todas las penalidades vinieron a menos al contar con la participación de una gran parte de orgaceños que se acercaron a la calera para ver este oficio. Es más, se contaron varias generaciones juntas de caleros con hijos y nietos que daban un claro tinte emotivo a los actos.